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Leticia, Leonor, Sofía y… Meryl Streep: las mujeres al poder en los Premios Princesa de Asturias

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El acto más entrañable para mí, y para todos los asturianos (mis padres, abuelos, bisabuelos, todos asturianos), lo vivimos todos los años hasta con devoción, que coloca a nuestra tierra en el mapa mundial y, por un día al menos, une a los monárquicos y a los republicanos y todos nos sentimos orgullosos del acierto y reconocimiento de los premiados. Un artículo un poco demasiado largo pero que cada uno decida hasta dónde quiere llegar.
Manuel Vega

Por su forma de ser, por su comportamiento, Meryl Streep ha sido la premiada más aclamada y su paso por Asturias no va a ser olvidado fácilmente. Por eso la hemos colocado con un lugar protagonista en el titular ya que, desde su llegada a Oviedo, no ha dejado de causar sensación y me quiero detener un poco más en ella.

En los primeros días, llegó el martes al Principado, una de las imáges que más se han movido en las redes fue su improvisado baile, por llamarlo de alguna forma, al son de las gaitas asturianas.

Este es sólo un ejemplo, pero su estancia ha sido aplaudida no sólo por los ciudadanos en cada una de sus apariciones en diferentes actos, si no por toda la crítica mundial que ha seguido estos días a los premiados que ha ido llegando al hotel Reconquista. Y es que Meryl, nombre que ya quedará así en nuestra memoria, se ha comportado lo más lejos posible de ese esterotipo de una estrella de Hollyweood, la más oscarizada, por cierto.

Muy comentado ha sido su encuentro con la familia real y que todos los medios nos han hecho partícipes del “buen rollo” de la Reina Leticia y sus hijas, Leonor y Sofía, declaradas las tres “fans” de la actriz, por lo que no nos vamos a detener más y sí queremos reproducir su discurso al recoger su premio a las Artes.

Sobre el escenario del Campoamor de Oviedo ha desgranado la esencia de su oficio, citando  a Picasso, Lorca y Penélope Cruz, (a la que ha tratado de imitar su voz)e interpelando a la empatía como base del entendimiento humano. Todo mientras su hermano le grababa emocionado con su móvil desde un palco.

Tras tres días, como decimos, de puro carisma en cada acto previo, se ha presentado con humildad: “Una parte de mí sospecha que, como he representado a personas extraordinarias toda mi vida, ¡ahora me toman por una de ellas!”. Streep ha agradecido que el Premio de las Artes se otorgase “al arte de actuar” (que en los premios solo tiene el precedente de Vittorio Gassman), que ha señalado que “sigue siendo un misterio” incluso para ella.

Pero siendo ella la actriz más importante de los últimos 50 años se ha lanzado a desvelar el enigma. “Cuando siento el dolor o la alegría de otra persona, o me río de sus disparates, siento como si hubiera descubierto algo veraz, me siento más viva y conectada. ¿Conectada a qué, exactamente? A otras personas, a la experiencia de ser otra persona. ¿Cuál es la magia de esta conexión? La empatía es el corazón palpitante del don del actor”.

¿Qué es la empatía en la actuación según Streep? “Es la corriente que nos conecta, a mí y a mi propio pulso, con el de un personaje de ficción. Puedo hacer que su corazón se acelere, o calmarlo, según lo requiere una escena. Y mi sistema nervioso, conectado por simpatía al suyo, lleva esa corriente hacia usted que está sentado en su butaca, y hacia la mujer sentada a su lado, y hacia su amiga, también. Todos sentimos que nos está pasando al mismo tiempo”.

La actriz ha reivindicado su carrera y sus decisiones, señalando que su guía ha sido evitar personajes parecidos a su personalidad por ser más sencillos para conectar emocionalmente. “Me han criticado por alejarme demasiado de mi propia “experiencia vivida”, por alejarme demasiado de mi propia “verdad” e identidad”, ha recordado. Maestra de la imitación de los acentos, Streep de alguna manera ha vindicado su estilo natural de interpretación, adquirido en sus inicios en la dominante corriente del método.

“Todos esos acentos, ¿ya saben?”, ha bromeado “¿Pero es una impostura? ¿Querer abrazar el mundo? ¿Querer vagar, preguntarse o tratar de ver a través de tantos ojos de distintos colores y experiencias? ¿Quién soy yo, una buena chica de clase media de Nueva Jersey, para atreverme a meterme en la piel de la primera mujer primera ministra del Reino Unido? ¿O de una superviviente polaca del Holocausto? ¿O de la árbitra del buen gusto en el mundo de la moda?”, se ha preguntado en referencia a sus papeles en La dama de hierroLa decisión de Shopie y El diablo se viste de Prada.

Para responder ha citado a Picasso (“Imitar a los demás es necesario. Imitarse a uno mismo es patético”) y a Penélope Cruz (“¡No puedes vivir tu vida mirándote a ti mismo desde el punto de vista de otra persona!”). “Creo que el trabajo de un actor es invadir, encarnar vidas que no son como la suya. Porque la parte más importante de nuestro trabajo es hacer que cada vida sea accesible y sentida por el público”, ha defendido.

Su discurso se ha vuelto aún más profundo cuando ha relacionado la perdida natural de empatía con la actualidad bélica que sufre el mundo: “Cuando nacemos nos identificamos con los demás, sentimos empatía y una humanidad compartida porosa. Los bebés lloran sólo con ver las lágrimas de otra persona. Pero a medida que crecemos, nos ponemos a reprimir esos sentimientos y a suprimirlos para el resto de nuestras vidas; a suplantarlos a favor de la autoprotección o de una ideología, y a sospechar y desconfiar de los motivos de los demás. Así llegamos a este triste momento de la historia”.

Y ha rememorado cuando en su época universitaria diseñó el vestuario para La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. “Una de las hermanas, Martirio, grita: ‘Pero las cosas se repiten. Yo veo que todo es una terrible repetición’. Lorca escribió su apasionada obra dos meses antes de su propio asesinato, en vísperas de otro cataclismo. Que pudiera ver desde tan alto, que mirara con tanta distancia los acontecimientos que tanto amenazaban su vida, es extraordinario. Actuar en una obra como esta es prestarles a los muertos una voz que los vivos pueden oír. Es el privilegio de un actor y es su deber”.

Finalmente, ha relacionado la memoria con la empatía y su poder para influir en el presente y en el futuro. “El don de la empatía es algo que todos compartimos. La empatía puede ser una forma radical de acercamiento y diplomacia, igualmente útil en otros ámbitos de actividad. En este nuestro mundo cada vez más hostil y volátil, espero que podamos hacer nuestra otra regla que se enseña a todos los actores: lo importante es escuchar”.

Haruki Murakami y Eliud Kipchoge

Dos premiados que me han llamado la atención y que quiero apuntar algo aunque sea más breve.

El autor japonés no es ninguna estrella y, por lo tanto, menos conocido para el gran público, pero su literatura, excelsa, todavía no ha sido reconocida como, a mi criterio, merece, aunque sea el autor más leído y traducido en japonés, adorador de los gatos y los Beatles, ha seducido a millones de lectores de todo el mundo con su universo único (Tokio BluesKafka en la orilla).

El jurado destacó «la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad y la incertidumbre existencial».

Tiene una voz propia como escritor que lo ha diferenciado de los demás autores japoneses. Su obra, compuesta por novelas, relatos y ensayos, destaca por el característico surrealismo de Murakami en el que el autor teje historias protagonizadas por la soledad, la alienación, el amor y la incertidumbre existencial, como ha resaltado el jurado.

Murakami ha sido reconocido a lo largo de su trayectoria con múltiples galardones, como el premio Franz Kafka y el Mundial de Fantasía en 2006, el premio Jerusalén en 2009, el Hans Christian Andersen de la Literatura en 2016 y ahora el Princesa de Asturias. Sin embargo, es uno de esos escritores que son eternos aspirantes al Nobel, un premio más discutido siempre que el que le acaban de conceder en Oviedo.

Y terminó este largo artículo con una referencia al atleta keniano Eliud Kipchoge que ha sido distinguido por ser «un referente en el mundo del atletismo y el mejor corredor de maratones de todos los tiempos».

El jurado también ha destacado su faceta más social: «Kipchoge desarrolla una importante labor social con la fundación que lleva su nombre, ayudando a facilitar acceso a la educación infantil y a la protección del medio ambiente».

Es interesante acercarnos a las palabras del atleta, llenas de humildad y solidaridad.

Kipchoge, en su discurso, ha destacado los valores de su deporte, el atletismo. «Para algunos, correr es simplemente un acto de movimiento físico, pero desde que comencé a correr cuando era niño en Kapsabet, Kenia, supe que correr significaba algo mucho más grande que eso«.

Ha destacado el poder de unión del atletismo: «Correr une a personas de todos los ámbitos de la vida, permitiendo que distintas culturas y trayectorias se unan para correr (…) cuando corres, no importan tus orígenes. No importa el color de tu piel».

Además, el atleta ha subrayado los beneficios de correr para la salud mental. «Existe un fuerte paralelismo entre correr y nuestra vida cotidiana, donde, para ser felices, debemos centrarnos en nuestra salud mental y superar los desafíos que se nos presentan antes de alcanzar, por fin, la proverbial línea de meta (…) alguien que termina un maratón, es capaz de lograr cualquier cosa en la vida«.

Y siguió emocionando a los asistentes con sus pensamientos que van más allá de ser un gran campeón y que han sido recogidos y reconocidos por todos los que le han escuchado o lo han leído en los medios de comunicación.

Todos los premiados en esta edición

En esta edición la Fundación ha galardonado a la actriz Meryl Streep, con el Premio Princesa de Asturias de las Artes; el profesor, escritor y filósofo Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades fallecido el pasado mes de junio; la historiadora Hélène Carrère d’Encausse, con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, fallecida en el mes de agosto; el atleta Eliud Kipchoge, con el Princesa de Asturias de los Deportes; el escritor Haruki Murakami, con el galardón de las Letras; la organización Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas, con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional; los biólogos Jeffrey I.Gordon y Peter Greenberg y la bioquímica Bonnie L. Bassler, con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica y la organización Mary’s Meals, con el galardón de la Concordia.

En el caso de historiadora Hélène Carrère d’Encausse, con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, ha sido su hijo Enmanuel Carrère, Premio Princesa de las Letras 2021 quien recogió el premio en su nombre. En el caso de Nuccio Ordine, han recogido el galardón su hermana Maria Ordine y su pareja, Rosalia Broccolo.