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Gregory Peck, el más querido de Hollywood

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Fue el hombre íntegro por excelencia, una estrella nada sofisticada, un firme defensor de los derechos humanos, un marido ejemplar y el símbolo de la masculinidad de posguerra. Su vida podría parecer aburrida en comparación con su excelsa filmografía y todo lo que eran las estrellas aquellos años en Hollywood y de cuyo nacimiento, en La Jolla, San Diego, se cumplen 105 años.
BettyGS

El éxito le llegó con su segunda película, Las llaves del reino (1944), del gran director John M. Stahl, por la cual fue nominado al Óscar por primera vez. En 1945, Alfred Hitchcock le confió el papel protagonista de Recuerda en, coprotagonizada por Ingrid Bergman; luego haría con él El proceso Paradine. Y conmovió a los espectadores en la apasionada y trágica escena final del drama en el Oeste, Duelo al sol de King Vidor (1947), con Jennifer Jones.

Fue considerado un actor de versatilidad limitada, pero muy sobrio y eficaz en los papeles que se le acomodaban, dueño de una sólida prestancia escénica e innegable atractivo masculino, cuya característica principal era la destacable expresión de su torva mirada con que remarcaba sus personajes. Intervino en wésterns, comedias, películas bélicas, románticas y costumbristas, etc.

Su vida privada

Si de amoríos hablamos, tampoco encontramos las largas listas habituales en la vida de otros iconos de la pantalla. Con su primer gran amor, de hecho, se acabó casando. La chica en cuestión era Greta Kukkonen, a la que conoció cuando, a principios de los años 40, ella era una productora teatral de éxito.

Desde que era muy niño, pese a que su abuela lo llevaba al cine, el sueño de Gregory Peck era interpretar sobre las tablas. Fue en una compañía neoyorquina, recién graduado por la Universidad de Berkeley, cuando el actor conoció a la que sería su novia y se enamoró de ella de forma casi inmediata. Juntos pasaron grandes penurias que el joven aspirante a actor y su mujer tuvieron que esquivar hasta llegar a conquistar la gran pantalla.

La pareja alquiló una casa en Sunset Boulevard, hogar que fue testigo de cómo la carrera de él crecía de forma imparable. El productor David O’Selznick, que tenía sus dudas acerca de contratar al atractivo jovencito que era entonces Peck, acabó admitiendo su error, volvió a contar con él y así fue como protagonizó varias producciones suyas.

La carrera del actor, marcada por el eclecticismo, también tuvo que ver con España, ya que fue en Gran Canaria donde se rodaron algunas de las escenas más impactantes del ‘Moby Dick’ de John Huston. La primera mujer de Peck recordaba cómo era frecuente que el mismísimo Alfred Hitchcock y otras personalidades de Los Ángeles los invitasen a sus mansiones a cenar. Eran una pareja muy querida en una ciudad en la que la puñalada siempre estaba a la vuelta de la esquina.

También recordaba con afecto la forma en la que ella y el actor se separaron a mediados de los años 50. “Simplemente nos fuimos alejando el uno del otro. No hubo ningún drama”. Efectivamente, puede que no lo hubiese, pero las revistas de cotilleos especularon en su momento con posibles romances de Peck con sus compañeras de reparto: Ingrid Bergman, Ava Gardner y Audrey Hepburn.

Con esta última desarrollaría una amistad muy especial tras el rodaje de ‘Vacaciones en Roma’ (1953). Sin embargo, no fue ella la responsable de su separación, que llegó en 1955. Fue una coqueta reportera, Veronique Passani, la que le robó el corazón durante la filmación de aquella película, una joven que acabaría provocando una sentencia de divorcio

Sin embargo, y mientras alcanzaba éxitos como el Oscar concedido por encarnar al íntegro Atticus Finch de ‘Matar a un ruiseñor’ (el único de su carrera) conservaría una amistad especial con su primera mujer.

Ese vínculo les sería de gran ayuda cuando la tragedia les golpeó en 1975. Un año antes de conseguir refrendar su indudable trayectoria fílmica con la terrorífica ‘La profecía’, Gregory Peck se enfrentó al peor golpe de su vida: la muerte de su hijo mayor. Jonathan Peck se pegó un tiro en la sien después de un comportamiento que solo se podría calificar de autodestructivo.

A otro de sus hijos, Anthony, casi le ocurre lo mismo. El joven fue alcohólico durante mucho tiempo y le costó sudor y sangre poder dejar su adicción atrás. Eso sí, jamás se le ocurrió culpabilizar a su padre o a su educación de sus adicciones.

La mejor prueba de que Hollywood y sus amigos querían a Gregory Peck, liberal de pro que siempre intentó que sus creencias políticas y sociales se trasluciesen en sus personajes, fue que cuando murió, en junio de 2003, no había ni un solo asiento libre en su funeral.

Murió mientras dormía en su casa el 12 de junio de 2003 a los 87 años a causa de una bronconeumonía, con su esposa Véronique junto a él. Fue sepultado en el mausoleo de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles (California).

Nunca nadie le ha recriminado nada, un hombre que, según aquellos que lo conocieron tenía una cualidad nada habitual en una estrella: era buena persona. Todo el mundo le quería.