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¡Cuán gritan esos malditos!

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Ésta es una de las famosas frases del “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla, y en estos días, en que nos sentimos invadidos por la estética de Halloween y sus calabazas, quiero reivindicar una tradición y una obra literaria española que bien lo merece, la más representada en los teatros de nuestro país. Porque si en Francia tienen a Cyrano y en Inglaterra a Hamlet, nosotros tenemos a Don Juan.
Rosario Tamayo

Una obra también llena de elementos terroríficos, como peleas o asesinatos y cuyo acto final se desarrolla en la noche de Todos los Santos, con destacada importancia de los difuntos en su trama.

José Zorrilla, nacido en Valladolid en 1817, estrena la obra el 28 de marzo de 1844, escrita en 21 días, fue un fracaso, lo que llevó a su autor a vender sus derechos por 8.000 reales, unos 12 euros. Pero inmediatamente la obra empezó a ser acogida con gran éxito por crítica y público, pero ello ya no benefició a su autor, que llegó a odiarla.

Nacido en una familia acomodada, tuvo un padre demasiado severo que nunca lo entendió y que murió sin perdonarlo.

Zorrilla inició estudios de Derecho, que pronto abandonó y que llevó a su enfurecido padre a enviarlo a cavar viñas a Lerma, pero de camino escapó a Madrid robándole una yegua a su primo. En la ciudad malvivía dedicándose a la lectura y haciendo ilustraciones para periódicos.

El impulso a su vocación literaria vino por la composición y lectura de unos versos en el entierro de Larra, rodeado por todos los artistas y literatos de Madrid.

A pesar de los éxitos literarios que fueron llegando, siempre tuvo problemas económicos y una azarosa vida sentimental.

En 1839 se casó con Florentina O’Reilly, una viuda de origen irlandés, 16 años mayor que él y que pronto mostró unos celos patológicos que le alejaron de su familia, del teatro y le obligaron a huir a Francia y luego a México, siempre perseguido por las iracundas cartas de su esposa. Pasó años en América, en ranchos y haciendas, en negocios que siempre fracasaban.

Llegó a ser amigo del emperador Maximiliano, nombrándole director del Teatro Nacional Mexicano, pero Juárez puso fin a la vida del emperador y su imperio.

Fallecida Florentina, vuelve a España, donde fue recibido con verdadero entusiasmo, como autor reconocido.

En un teatro de Barcelona queda prendado de una joven rubia en un palco, a la que esa noche le dedica un libro: “A Juana Pacheco, que será mi mujer”. Efectivamente contrajo matrimonio con Juana, de 20 años, cuando él contaba con 52.

A pesar de los homenajes y lecturas públicas de su obra, los problemas económicos continuaban, “voy por ahí como un cuervo viejo”, decía de sí mismo.

En 1885, ante Alfonso XIII, tomó posesión de la silla L de la Real Academia Española, con un discurso en verso en el que decía: “Don Juan Tenorio me franqueó en mi país todas las puertas; yo me he parado en el umbral de todas y he dicho a la fortuna: “vuelvo, espera.”