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Cómo Infinit Fitness me ayudó a cambiar mi vida

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Mantener un estilo de vida saludable con una dieta equilibrada y buenos hábitos, hoy en día, es un tema que se está intentando promover e inculcar cada vez más a la sociedad, sobre todo a través de redes sociales y medios de comunicación. Stephanie Carmona, joven vecina de las urbanizaciones de Alcobendas y que ha conseguido perder más de 40 kilos gracias a Infinit Fitness nos cuenta su caso de esfuerzo, disciplina y superación.
Por Stephanie Carmona/LMN

Sin embargo, las largas jornadas de trabajo e interminables listas de compromisos diarios, acaban dejando esta parte tan importante y a su vez tan desatendida, en un segundo plano.

Falta de tiempo, poca fuerza de voluntad, pereza…cientos son las excusas que a día de hoy nos ponemos para no empezar el cambio hacia una vida más sana. En mi caso, tras varios años intentándolo y olvidándolo por el camino, decidí dejar de lado las excusas y comprometerme a ello.

Octubre del 2017 fue el momento en el que decidí dar ese paso. Tras varios años de malos hábitos alimenticios y sedentarismo como modo de vida, tomé finalmente la decisión. Para empezar, me puse en manos de un experto en nutrición y endocrinología, al que más adelante se unió Infinit Fitness de El Soto de La Moraleja. Dos pilares claves en mi cambio, no solo en lo físico y alimenticio, sino que también en todo el camino hacia ese estilo de vida más saludable al que quería llegar.

Cada día, Stephanie entrena bajo la supervisión de los monitores de Infinit Fitness La Moraleja

Los últimos meses y años había estado viviendo una vida sedentaria repleta de excusas y con una dieta bastante desequilibrada sin horarios, sin darle importancia a los contenidos nutricionales de los alimentos, y sobre todo sin tener en cuenta las cantidades.

A raíz de estos malos hábitos mi peso fue en aumento hasta llegar a los 110 kilos, y con ello mi energía comenzó a ser menor y mi cansancio cada vez mayor. No obstante, siempre había estado bien con mi cuerpo, lo aceptaba como era y no suponía un factor para cambiar mi estilo de vida. No fue hasta el momento que empecé a notar estos efectos en mi salud, que decidí hacer algo al respecto.

Al principio mi mentalidad era la que suelen tener la mayoría de personas cuando comienzan una dieta: “voy a hacerla durante un tiempo para bajar lo que me sobra y luego ya volveré a comer normal”. Pensaba que esto sería un “sacrificio” de un par de meses hasta conseguir mi objetivo y luego podría volver a comer lo que quisiera. Sin embargo, lo que no sabía yo es que no estaba solo haciendo una dieta para perder peso, sino que estaba reeducando mis hábitos alimenticios.

Imagen de Stephanie antes de comenzar a practicar los buenos hábitos que le han cambiado la vida

Como en toda dieta hipocalórica – aquella que reduce la ingesta calórica diaria – había una lista de alimentos prohibidos que solo podía permitirme una o dos veces al mes. ¿Fue duro? No voy a negar que al principio sí que lo fuese, aunque con el paso de las semanas consiguiera prescindir totalmente de esos alimentos que tan imprescindibles eran previamente para mí, y ya no necesitaba.

Con 21 años y en la universidad, cumplir religiosamente una dieta puede suponer un desafío. Sin embargo, el compromiso, la disciplina y organización me ayudaron a continuar con mi vida social sin problemas. Los conocidos como cheat days – días en los que podía comer alimentos no permitidos, o que no solía consumir diariamente, en mi dieta. Me organizaba mis salidas para que en un mes hubiera aproximadamente uno o dos días en los que pudiera salirme de la dieta.

Con el paso del tiempo comencé a incorporar otros alimentos hasta hoy, que he conseguido mantener una dieta equilibrada con mis cheat days sin ningún tipo de problema.

Sin duda alguna, el cambio de mis hábitos alimenticios supuso un gran paso en mi bajada de peso, pero también en mi transición hacia una vida más saludable. Sin embargo, la salud no solo depende de la alimentación, sino que también de la actividad física. La parte de la que tal vez me costó más concienciarme y a la cual fue más difícil adaptarme.

En un principio, mi mentalidad, como contaba previamente, solo se centró en bajar de peso. Por lo que la parte de pasar del sedentarismo a un mínimo esfuerzo de actividad apenas estaba en mi mente en esos momentos. Las prácticas, los trabajos de universidad, las horas de clase, y otros compromisos eran prioritarios, y la excusa que más utilizaba y daba a mi nutricionista era: “no tengo tiempo”. Una gran mentira de la que me no me di cuenta hasta un año después, y de la que me cercioré más adelante gracias a Infinit Fitness, en especial, al de El Soto de La Moraleja. El trato personal y cercano desde el principio, sus centros nada masificados de gente – otro de los motivos que me solían echar para atrás el ir a un gimnasio – y sus horarios flexibles fueron decisivos para que poco a poco le fuese dando una oportunidad al mundo del entrenamiento del que tanto renegaba.

Los primeros doce meses, la actividad física no entraba entre mis prioridades diarias, semanales, ni mensuales. Tras algunos meses, decidí bajarme una o dos paradas antes para andar un poco más a casa o a la universidad. Pero poco más.

Con la llegada del verano y las vacaciones, comencé a encontrar ese tiempo que no tenía empleándolo para nadar. Empecé a ver los efectos positivos que el deporte comenzaba a tener en mi misma. No solo físicamente, pero también psicológicamente.

Pasada la época estival, me comprometí a continuar con una vida más activa. Pero claro, como iba a conseguirlo si “nunca tengo tiempo”. Ahí es cuando me di cuenta de que el tiempo está hasta cuando estás más ocupado, lo que tienes es que encontrarlo, y así fue.

Comencé a bajarme seis paradas antes de llegar a casa, – lo que se traducía en 15 minutos andando – empecé a subir solo por las escaleras a todos los lugares que iba, y aprovechaba cualquier quedada con mis amigas para salir un poco antes y coger la parada de metro o bus que más lejos estuvieran para andar. Sin embargo, con el paso del tiempo, no lo vi suficiente y empecé a andar todas las tardes antes de ponerme a estudiar, unos tres o cuatro kilómetros diarios.

Mejoría mental y física

Poco a poco vi como no solo mejoraba mi estado de humor tras ello, sino que también físicamente. De tres a cuatro kilómetros, después a seis y así hasta los ocho y nueve que actualmente ando.

Tras un año andando casi a diario, decidí empezar a entrenar. Pero claro, tenía que encontrar ese tiempo que siempre me faltaba y que poco a poco encontraba, y así fue, y saqué otra hora más.

Stephanie con 40 kilos menos en una foto de archivo

Decidí dedicar mis tardes, a parte de andar, a entrenar. Primero media hora, después 45 minutos, hasta llegar a una hora o más cinco días a la semana, que es lo que realizo actualmente. Quién diría que del poco tiempo que tenía, conseguiría sacar horas para entrenar, andar y cumplir todos mis compromisos diarios.

Pasados varios meses de entrenamiento en casa, decidí dar el siguiente paso y acudir a un gimnasio. Mi mayor excusa siempre había sido el “no tener tiempo”, por eso nunca había hecho ni el esfuerzo de ir, pero ya que había aprendido a sacar tiempo, intenté darle una oportunidad.

Si de tiempo se trataba, tenia que buscar uno que estuviera principalmente cerca de casa, en el que me pudiesen ayudar a saber que ejercicios y máquinas eran mejor para mí y al que pudiese acceder a cualquier hora.

Infinit Fitness

Tras una larga búsqueda encontré Infinit Fitness en el Soto de La Moraleja. Con su sesión de acogida buscaron los entrenamientos y máquinas del centro que mejor se adaptaban para alcanzar mi objetivo, me asesoraron sobre la correcta realización de ejercicios para hacer en casa y a partir de ahí he conseguido continuar sola, pero sabiendo que en cualquier momento estarían para mí si les necesitaba.  Sí, en cualquier momento, porque no importaba si fuese un día a las seis de la mañana, cuatro de la tarde, o medianoche, sabía que siempre estarían disponibles a cualquier hora para ese hueco que tenía que sacar en mis días para estar activa.

Tras dos años y medio, y más de 40 kilos menos puedo decir que ya no sigo una dieta, porque ahora esta es parte de mi estilo de vida, y el deporte ya es parte de mi día a día, de los compromisos que tacho de mi lista diaria. Ni el tiempo, ni las excusas son factores para no conseguir un estilo de vida más saludable.

Stephanie el día de su graduación

Con fuerza de voluntad, disciplina y ganas todo es posible. Se encuentra el tiempo que nunca tenemos y se aprende a priorizar en cada momento lo que hacemos y lo que comemos.