Opinión

Por la libertad de testar

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Los efectos del COVID 19 han sido múltiples y diversos, tanto económicos, como a nivel laboral (teletrabajo), como a nivel social. Siendo muchos los cambios y siendo muy importante como ha afectado a nuestra forma de pensar y afrontar la vida.
Pedro Llorente

Uno de ellos, que me llamó mucho la atención fue la noticia que destacaba como una asociación de mayores del municipio de Fuenlabrada, que afirmaba haber recibido 115 solicitudes para iniciar el trámite para desheredar a sus hijos, algo que a día de hoy sigue siendo muy difícil en España, al contrario que en los países anglosajones, donde el testador dispone de libertad total para decidir a quién dejar sus bienes, sean su familia, una institución, ONG o tal vez a su mascota o la sociedad protectora de animales. Esta libertad, creo yo más adecuada a las tendencias de la sociedad actual, que la norma decimonónica que rige en España (Código Civil de 1889).

Actualmente se estima que cerca de 600.000 mayores en España están interesados en desheredar, las nuevas formas de relaciones familiares, familias desestructuradas, alejamiento de los hijos, incluso falta de contacto entre estos y los padres, lo que se viene mencionando cada día más a menudo en prensa como “La soledad no deseada”, estas causas vienen incidiendo en este fenómeno, que determina que una gran cantidad de españoles no se muestren conformes con esta disposición del código civil.

El Tribunal Supremo en su sentencia de 3 de junio de 2014, incluyó el “abandono” como un tipo de maltrato psicológico considerado como maltrato de obra y dictaminó “la inclusión del maltrato psicológico sienta su fundamento en la dignidad de la persona y su proyección en el marco del Derecho de Familia como cauce de reconocimiento de los derechos sucesorios”.

Este “abandono”, de las antiguas normas y usos sociales que regían en España, donde se ve tristemente que cada día esos llamados “lazos familiares”, que  a mi juicio constituían la argamasa que vertebraba la sociedad española, van perdiendo fuerza y nos condenamos a vivir en una sociedad cada día más aislada y basada en la cultura del individualismo.

Usos sociales tan frecuentes y tan sencillos de ejercer como preocuparse y cuidar del prójimo y más cuando éste es tu padre o tu madre, se pierden, una visita, una llamada, llevar a los nietos o un simple acompañamiento hospitalario, a veces se convierten en hechos singulares cuando debían ser práctica corriente. Es una paradoja que en la era de lo conectividad nos sentimos más solos.

Y si es por ello, que si las costumbres sociales evolucionan, aunque no sean en el sentido que consideramos más adecuado o más ajustado a un progreso social, no deben también ajustarse nuestras leyes a esa realidad social y sobre todo no debe ésta proteger la voluntad de la persona.

Pienso que sería más justo, incluso más equitativo permitir que el testador pudiera ejercer su voluntad sin cortapisas, y decidir éste como deben ser repartidos sus bienes tras su fallecimiento.

Poder dejar tus bienes, si crees que tus descendientes no se han merecido estos, a una ONG que consideras que hace una acertada labor, a un vecino que si se preocupó de ti y si te acompaño en esos últimos años, o por ejemplo al Museo del Prado porque quieres que siga incrementándose el patrimonio cultural de tu país, debía ser una cosa legal y regulada.

En un país que presume de democrático y que permite la libertad política y de expresión del ciudadano, la Libertad de Testar debía de ser un  derecho amparado por nuestro Código Civil.

Pedro Llorente/Asesor PSOE San Sebastián de los Reyes