Opinión

MENTAL GYM

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Por Carlos Vara García

¿Se acuerdan de los videos de aerobic ochenteros de Jane Fonda?, ¿verdad que era energía pura?. De hecho, ¿a quién no le gusta sentirse en buena forma física?. Son infinitos los beneficios de hacer deporte, ir a un gimnasio, o simplemente hacer estiramientos en casa. Una vez superada la pereza inicial, nuestro cuerpo lo valora, ganamos agilidad, nos vemos mejor e incluso nos ven mejor. Los más críticos podrán estar pensando los sacrificios que esto conlleva, es cierto, “vas a disfrutar menos horas del sofá, tendrás agujetas los primeros días, puedes lesionarte…” pero al final, la realidad es que el cuerpo lo agradece y se da cierta afición.

Pero, ¿Qué pasa con la “gimnasia mental” ?, ¿la practicamos con regularidad?… ¿verdad que no hace falta tener sobre peso para hacer ejercicio físico?. ¿Por qué solo nos preocupamos de los “problemillas de pensamiento” cuando tenemos un “bache emocional”?.

Veamos ejemplos sencillos y cotidianos: ¿Por qué hay parejas donde el “mal silencio” mantienen una inercia (económica, social, familiar…) que nos impide disfrutar de la misma?, ¿Quién no ha sufrido algún problema laboral fruto de la falta de comunicación con jefes, compañeros, clientes…?, ¿Por qué no somos capaces de cumplir con los objetivos que nos proponemos y deseamos?, ¿Quién no ha vivido situaciones incomodas en cenas con amigos o familiares?, ¿Por qué el setenta por ciento de los empleados dicen no estar satisfechos con su actual puesto de trabajo y estarían dispuestos a valorar otras alternativas, departamentos, empresas, sectores…?.

Entendemos que se den estas situaciones, no es grave, es algo cuasi cotidiano. Por sufrir estas situaciones no vamos a caer en grandes depresiones, ni en consecuencias catastróficas que nos hagan tener que ir al psiquiatra o peor todavía al psicólogo.

Pero sin embargo ¿hacemos algo para solventarlas?, la mayor parte de las veces no hacemos nada, confiamos en el mal dicho español “el tiempo lo cura todo”. Y digo “mal dicho” porque el tiempo no lo cura todo. Es como esa herida que no limpiamos correctamente, que no curamos como se debe y que al final nos queda una cicatriz que podríamos haber evitado. Si, podemos vivir con el cuerpo lleno de cicatrices, pero viviremos mejor sin ellas.

Estos pequeños conflictos internos, aparentemente suelen ser sencillos, son esos “cinco kilitos” de más que con una buena tabla de ejercicios te quitas en un mes. Sin embargo, hay algo que nos genera apatía a la hora de trabajar nuestra mente.

Pagamos cuotas a un gimnasio al que muchas veces no vamos. Pero no nos planteamos probar a charlar media docena de veces con una persona que incentive en nosotros la necesidad de afrontar nuestros pensamientos. Esa persona no tiene porque ser un “gran experto de curriculum extenso”, muchas veces contarle una preocupación a una tercera persona que no este involucrada en nuestras vidas, ya es suficiente para ver las cosas desde otro punto de vista. Muchas veces solo con eso, hablar con un tercero, nos da la posibilidad de saber como desatar nudos que pensábamos imposibles.

Aun si no podemos o queremos acudir a otras personas, ¿Quién nos impide dedicarnos un rato a la semana a reflexionar, a plantearnos alternativas, a empoderarnos para afrontar proyectos que nos retan, a preparar una conversación pendiente?, a comprar un cuaderno y dedicarlo exclusivamente a escribir lo que pensamos, a diseñar esquemas ante retos, a plasmar soluciones… en otras palabras a hacer una bitácora de lo que nos impide crecer, de lo que nos preocupa, de lo que podríamos mejorar, de lo que nos gustaría hacer, de cómo hacerlo, de con quien hacerlo, de a quien comunicarlo… más teniendo en cuenta que las fuentes de recursos actualmente son infinitas, vivimos en la era de la información.

Nadie ¿verdad?, nadie nos lo impide, ni siquiera las agujetas, tampoco esta propuesta de gimnasia mental lesiona, solo requiere un poco de tiempo, tiempo para nosotros. Porque, ¿qué mejor tesoro hay que el tiempo?, lo único que no se puede retener. Por lo tanto, ¿qué hay mejor que regalarnos ese tesoro?, tiempo para nosotros, tiempo para pensar en cómo mejorar tu experiencia mental, tu vivencia.

He tenido la oportunidad de conocer la vida monacal residiendo puntualmente en monasterios de diferentes países, y si hay algo común que observé en todos ellos, aun siendo de credos distintos, es que trabajar el pensamiento, el silencio y la reflexión te hacen ganar paciencia, capacidad de observación, tranquilidad, sencillez…

Aunque no es necesario acudir a un monasterio para ver esto; todos pasamos de vez en cuando por zonas rurales, comarcas aisladas, pueblos pequeños… y nos pueden gustar más o menos, pero siempre admiramos como las gentes que los habitan se caracterizan por ser personas tranquilas. Puede que estos lugares no sean sitios donde todo el mundo pudiese vivir de forma indefinida, sin embargo, son raras las veces que lo pasas mal cuando vas a descansar un fin de semana a uno de estos pueblos. Mientras tanto, si es más frecuente que una de esas personas si se sienta agobiada o saturada desde el primer momento en una gran ciudad. Y esto, en parte se da por dos sencillas razones, en primer lugar, el pueblo es un entorno más natural y lo natural es algo que atrae, y en segundo es porque en un lugar tranquilo se puede llegar a un nivel de reflexión y pensamiento superior.

Por todo ello, como proponía la magnífica Jane Fonda con sus ejercicios, le animo a encontrar ese tiempo semanal para practicar la “Gimnasia Mental”, ya sea con ayuda o de forma individual.

Carlos Vara García
Consultor Independiente en Psicología Empresarial, Desarrollo Profesional y Mentorship.