Ítaca, de C. P. Cavafis
El curso llega a su fin y lo terminamos exhaustos. Intentamos dejar atrás la pandemia y nos hemos metido de lleno en un escenario de gran incertidumbre económica. El riesgo de recesión mundial por el encarecimiento de la energía, la alta inflación, y la contracción del consumo, nos espera a la vuelta de las vacaciones. Y no nos olvidemos de la guerra que nadie pronosticaba y que dura ya demasiado tiempo, a las puertas de Europa. Todo muy poco poético. Todo muy prosaico.

Buscando en mi biblioteca una recomendación de verano para los lectores de estas líneas, encontré un libro precioso. Está editado por Nórdica Libros y contiene un único poema. Unas 60 páginas de 150 gramos color crema dedicadas a “Ítaca, de C. P. Cavafis”. Cuenta con ilustraciones de Federico Delicado y tanto la traducción como el prólogo corren a cargo de Vicente Fernández González.
Y es que ahora que empezamos las vacaciones de verano en busca de descanso, placeres y aventura, nada mejor que volver a estos versos de Cavafis. La Odisea revisitada. Otra vez el eterno retorno a los clásicos.

Que su lectura sirva para despertar el contrasentido de nuestra época acelerada. Recuerdo del carpe diem y de lo que realmente significa vivir, más allá del mero hecho de existir. Y no olvidar que los peores demonios a los que tendremos que hacer frente, probablemente sean los que alimentamos dentro de nosotros mismos.
“Cuando la travesía emprendas hacia Ítaca,
pide que sea largo tu camino,
lleno de aventuras, pleno de saberes.
A los lestrigones y los cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
nunca se cruzarán en tu camino,
si es alto tu pensar, si una emoción
delicada en tu espíritu y tu cuerpo anida.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al fiero Poseidón encontrarás,
si no los llevas tú dentro del alma,
si tu alma no los levanta a tu paso.
Pide que sea largo tu camino,
y muchas las mañana de verano
en que -con qué placer, con qué alegría-
entres en puertos nunca vistos;
detente en los emporios fenicios,
y hazte con sus preciadas mercancías,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y aromas sensuales de todas clases,
cuántos más aromas sensuales puedas;
a muchas ciudades egipcias ve,
a aprender y aprender de quiénes saben.
Ten siempre a Ítaca en la mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero sin prisa en el viaje.
Más vale que se alargue muchos años;
y ya en la vejez recales en la isla,
con toda la riqueza ganada en el camino,
sin esperar que te enriquezca Ítaca.
Ítaca te brindó el espléndido viaje.
Sin ella no te habrías puesto en camino.
No puede ya ofrecerte nada más.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Con la sabiduría que has alcanzado, con tu experiencia,
Ya habrás comprendido qué significan las Ítacas.”
Para terminar, recordar que a veces el viaje que nos ha tocado no es precisamente el que nos gustaría. La poesía es arma y esperanza en épocas aciagas. Por ejemplo, Vicente Fernández rescata en el prólogo unos útiles versos, también de Cavafis, de su poema “Cuanto puedas”:
“Si imposible es hacer tu vida como quieres / por lo menos esfuérzate / cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca”.